lunes, 7 de junio de 2010

No será Musho??


Y justo cuando pensaba que nada podría complicar mi ya tomada decisión, va y aparece su sonrisa; ¡Rayos!, esto realmente no es justo.

Durante todo el fin de semana estuve dándole vueltas al asunto y, había tomado la decisión de dar el primer paso para dejarle partir y, hasta cierto punto, esto había funcionado, o yo lo creí así. Sin embargo, como suele ocurrir con muchos de los proyectos que empiezo, algo hace que éstos tomen un certero rumbo hasta la carpeta “Para Después”, y éste no sería la excepción.

Como escribí hace un tiempo, al parecer tenemos algo de masoquismo arraigado a la hora de enfrentarnos al amor, algo que hace que nos tropecemos con las piedras una y otra vez, sacándonos la cresta unas varias ocasiones. Así, en cuanto acabamos de recuperarnos de una, caemos en otra y, a veces, aún malheridos. ¿Tenemos esperanza de romper el círculo o estamos destinados a ir de piedra en piedra?

Así, mientras pensaba en esta pregunta, caí en la cuenta de que un primer paso sería dejar de escribir sobre el asunto. Sin embargo, luego de contradecirme y mover la cabeza en señal de autodesaprobación, decidí continuar. Y la verdad es que lejos de producirme dolor o complicaciones, este extraño amor me hacía sonreír a pesar de todo.

Cuando me percaté de esta situación, fui consciente del porqué de la no renuncia. Mi circuito de la gratificación estaba haciendo de las suyas, lo que le transformaba automáticamente en una suerte de adicción. Me reí al pensar que le había puesto en la misma línea que una pichanga o un completo con papas fritas. Claro, con la salvedad que en vez de engordar estaba perdiendo peso, lo cual sería alentador si no fuera un saco de huesos.

Pero bueno, la situación es que, a pesar de mis esfuerzos, me encontraba en el mismo lugar de siempre. Y ante la idea de parecerme a mi perro tratando de pillarse la cola, decidí que tenía que hacer algo radical (probablemente sería otra proyecto destinado a la papelera de reciclaje) y definitivo. De este modo, concluí que si tenía que hacer algo, esto sería única y exclusivamente por mí.

Así se dibujó en mi mente la siguiente frase: y si renuncio a ti no es de cobarde, ni porque no te ame, si no porque he decidido ser feliz y ese camino, de momento, debo andarlo solo.

Sin embargo, luego de pensarla me di cuenta que si realmente quería ser feliz, no tenía necesidad de renunciar a lo que, por estos días me hacía sonreír. Lo único que debía hacer era definir qué quería y qué no para mi vida. Así, lo primero que dejé en claro fue que, no quiero andar por la vida renunciando a las cosas sólo por el hecho de que no se den como yo quisiera y, aunque me digan que merezco la correspondencia en el amor, sé que de momento sólo necesito sentirme querido; en esta extraña y particular forma, pero después de todo, yo también soy bastante particular.