lunes, 23 de noviembre de 2009

Cuando me azotan (las ideas)...















Y de pronto me vino la duda sobre lo que en verdad sucedía. Era cierto que las últimas semanas no habían sido el paraíso precisamente, pero el extraño sentimiento que me invadía no tenía una explicación coherente a los hechos. Ahora, como he visto de un tiempo a esta parte, las emociones tienen esa cualidad: aparecer de pronto, descolocándonos por completo; lo que nos obliga a tomar una dirección en el variado espectro de posibilidades. Por un lado, la típica solución de la avestruz, metiendo al cabeza en la tierra y hacer como que nada pasa. Por otro lado, comenzar un proceso de introspección (una especie de autoengaño), pues queda en eso, en el comienzo. Sin embargo, el camino más largo y escabroso es hacer frente a las emociones, mirarlas a la cara y, descubrir qué yace en el fondo. Ahí está el problema, pues no siempre queremos ver qué hay en el fondo del estanque.
Cuando el viento sopla fuerte, sacude la superficie del estanque y, por cierto no nos deja ver con claridad; hecho anexo: jamás tomar decisiones en esos estados. Si el viento recrudece, tiende a revolver el fondo del estanque, lo que lleva a levantar cosas de lo profundo, mezclando todo y negando a la vista la claridad. Sin embargo, si tenemos la paciencia para esperar que se calmen las aguas, veremos que después de ventarrones y tormentas, las cosas podrán verse con más claridad y, aunque no sean como al inicio, lo esencial permanece. Ahí radica nuestra particularidad, en lo que yace al fondo del estanque, inalterable a pesar de lo pase...Descubrir qué es, no es tarea sencilla, mas tampoco imposible. El reto es atreverse a sumergir la cabeza, porque la gracia es aprender a ver bajo el agua, ahogando los ruidos del mundo.Ahora, a veces las cosas no resultan para nada sencillas y, se requiere más trabajo. Pensaba así por ejemplo en el hecho de nuestra incansable búsqueda de la persona que acompañe nuestros pasos por la vida. Así, caemos en la cuenta que nos encontramos buscando a alguien ideal, sin pasado, sin rollos, como la tabula rasa de Aristóteles. Entonces, es cuando nos pegamos el cabezazo contra la realidad y es que la realidad nos muestra que no hay sujetos sin historia, sin pasado, sin complicaciones. La tarea parece estar en el hecho de aprender a buscar a aquella persona que permita un balance en nuestra vida. Y digo buscar porque soy un convencido que esperar que alguien llegue, será la imagen tuya frente al espejo viendo que, lo único que llega son más y más arrugas. Una buena mujer me dijo un día: “la vida está hecha de muchos ahora, no de mañanas…”, si te cruzas de brazos esperando a alguien, lo más probable es que te pierdas de los dulces y no dulces sabores de la vida, pero esa decisión es de cada uno. Pensaba así, en lo que sucede cuando una relación se quiebra, cuando nos invaden los temores del mañana, la incertidumbre de la soledad, de perder los espacios compartidos, las costumbres; motivo por el cual, a veces nos aferramos a personas que no amamos y no nos damos cuenta que las relaciones son como un gran espejo: una vez que se quiebra, puedes volver a recomponerlo, pero las trizaduras seguirán ahí, notorias y peligrosas. Es cierto que cuesta dejar ir, sobre todo cuando lo que se va es algo muy querido, pero también es cierto que aferrarnos puede causarnos mucho más dolor y más prolongado: las agonías son más duras que la muerte misma. Las lágrimas que derramamos nunca son en vano y jamás debemos avergonzarnos de ellas: los océanos también dejan ir agua y no por eso dejan de ser enormes e imponentes. La decisión siempre está en nuestras manos, nadie más maneja el rumbo de nuestras vidas que nosotros mismos, aunque tengamos compañía, la ruta, el respeto a las reglas y los choques que sucedan, son sólo nuestros; el camino, compartido o no, se abre ante nuestro ojos a cada momento y el horizonte, bueno, el horizonte será la vieja voz de la utopía que nos recuerda que lo importante siempre, es avanzar.

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