sábado, 13 de noviembre de 2010

DreamWords


Siempre quise un amor de película. Vivía soñando que yo era uno de los personajes de esos románticos filmes donde la pareja es flechada desde el comienzo, luego tienen la típica discusión, se separan y, finalmente, ambos de reconcilian y se besan bajo el sol.

Sin embargo, la vida no es una película ni una serie, es un sinnúmero de eventos que se desencadenan con nuestras decisiones y las de otros y, a diferencia de una serie o una película (donde nos enteramos hasta donde el director quiere) nuestra vida no tiene escenas cortadas, postproducción ni mucho menos los idílicos protagonistas.

Pero a pesar de esto, seguí pensando en lo estupendo que sería de pronto experimentar un amor de peli. Imaginémonos un amor a lo “Notting Hill”, o un romance como el de “The truth about cats and dogs”. La verdad es que traería a nuestras rutinas algo de magia, porque eso es lo que tienen esos amores, esa magia que brota sin permiso; la misma magia que nos hace encantarnos con quienes encarnan aquellos personajes que quisiéramos ser nosotros, aunque fuera un romance distante como en The Lake House.

Más romántico, menos trágico, más llorón, menos cómico, no importa cómo se desarrolle el romance, los matices guardan en el fondo un deseo por tener en nuestras vida un amor tan especial como el que vemos a través de la pantalla y, es que ¿quién no se ha enamorado de un personaje de una película o serie?

Me puse a recordar todas las veces en que me encanté con un romance de la pantalla grande y me encontré ante un patrón continuo de cualidades que admiro, de actitudes que respeto y de sonrisas que me cautivan. Pero de nuevo estaba ante mí la cruda realidad, estas cosas eran extremadamente difíciles de encontrar en la cotidianidad.

Sumergido en la oscuridad de mi habitación, mientras sonaba el disco “Women´s Work”, me encontré ante la evidente realidad: a pesar de los años, a pesar de los caminos, de la música, de los perros, las palomas, los árboles, los puentes, los ríos, las gaviotas, la soledad era una amiga inseparable, aún en compañía de personas queridas.

De pronto sentí una sensación extraña en el pecho, de esas amargas sensaciones que surgen de improviso, sin bandas ni carteles, que sólo te invaden como un regimiento que se atrinchera a campo abierto.

La verdad es que no podía seguir esperando un romance de película, no podía seguir esperando que me sucediera lo que ocurre esas historias, porque mientras espero que algo así me pase, se me pasa la vida. Fue duro darme cuenta que durante años había vivido con ilusiones prefabricadas, con estereotipos lejanos, con imágenes que nunca serían mi reflejo.

Pero ¿cómo dejar atrás aquello que es parte de ti? ¿Cómo abandonar en el camino aquello que viajó contigo durante años? ¿Se va con esos momentos parte de la esencia? Quiero creer que es necesario vaciar la mochila de aquello que fue parte de tu vida, que vivirá contigo mientras lo recuerdes, para así dar espacio a las cosas que surjan en la ruta; porque la memoria es el mejor de los baúles, en la medida que va siempre con nosotros y, por sobre todas las cosas, está conectada directamente a nuestro corazón.

Así, mientras aprendo a desprenderme de mis ilusiones pasadas, voy haciendo espacio para unas nuevas. Después de todo, quizás no tenga un romance de película, pero innegablemente seré protagonista de mi historia y ese papel, lo tengo ganado hace años.

P.D. Por esos amores que hacen de nuestros ojos océanos de ilusión, porque la esperanza del amor es la luz sigue viva cuando todas las demás se apagan.

1 comentario:

  1. OMG! me encanto esto...aunq pienso que como todos mis escritores favoritos...todos...absolutamente todos esperamos ese romance de pelicula...o de libros....algunos deciden darse por vencido y vivir el amor real...el que no se sueña, pero se vive...otros...decidimos... morir esperando.. antes de ceder a una pelicula o libro mal hecho...preferimos ser nuestros propios directores... ....tal y como lo hizo mi querida Jane. =)

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