sábado, 30 de enero de 2010

De (s) Ilusiones









Sinceramente, siento que una de las experiencias más alucinantes es hacer una locura por amor, ilusión o la emoción que uno sienta que lo embarga. En este sentido, me encuentro escribiendo esta columna en un lugar que nunca pensé que estaría. Suelo sentarme tardes o noches enteras a pensar y escribir estas palabras en el íntimo espacio de mi casa, donde las ideas brotan al amparo de las paredes. Sin embargo, hoy me encuentro sentado en la barra de un lugar que ha cobijado una emoción tan intensa que hace mucho no sentía, que parecía haberse disuelto en el tiempo, con los recuerdos de tiempos pasados.

Con los nervios de punta, tiritando como si fuera un quinceañero me he sentado casi con las emociones a flor de piel, intentando desnudar aquello que surge y me remece como un violento huracán (Canc. Sug. “Chocar” de El sueño de Morfeo).

Sé que están acostumbrad@s a que escriba sobre temas amplios y no hable sólo de mí, pero quiero apelar a su afecto para que me permitan esta licencia de llevarlos conmigo en esta odisea de mi corazón.

Las sensaciones que hoy me habitan están cargadas de ese estremecimiento propio de los primeros amores, de aquellos que nos transportan a ilusiones sencillas, sin complicaciones, ideas de proyecciones; simplemente el hecho de estar y sentir con absoluta intensidad.

Después de muchas deliberaciones sobre lo que debía hacer con lo que me está pasando, opté por hacer frente a mis emociones, de cara a la verdad y con absoluta responsabilidad de los resultados. Así, es cierto que muchas veces las ilusiones nos dejan un amargo sabor cuando los hechos no responden a lo que esperábamos, pero es verdad también que si nos paralizamos ante las ilusiones por el sólo hecho de evitar el sufrimiento, viviremos la vida a medias.

No recuerdo hace cuánto tiempo que una persona me transportaba a tan sencillas ilusiones, a sensaciones armónicas y desconcertantes, a sentir un nervio que te pone las piernas de lana. Sin embargo, lo genial de todo, es volver a sentir. Dure cuanto dure la ilusión que nos llena, no importa lo que al final suceda, el alma se nutre de las emociones y lo que hacemos con ellas, por lo demás, habrá una historia que contar.

Siento que, de las cosas más reconfortantes que pueden sentirse al llegar una determinada etapa de la vida es llevar la memoria a recuerdos anclados por años, revolverlos y sonreír al saber que hiciste las cosas cuando el corazón te llamó (sin ninguna intención de sonar cliché).

Sin embargo, a pesar de todo cuanto suelo hablar y de la postura que suelo tener ante la vida, debo reconocer con absoluta sinceridad que, jamás me he sentido tan aterrado, lo cual constituye una posibilidad increíble para quienes me conocen de burlarse de mi situación.

Sentado en la barra, veo la mitad de su cuerpo y no puedo evitar moverme para contemplar sus profundos ojos, a la vez que veo el clásico “bailecito” que me dejó desparramado en el suelo como un soberano huevo frito. Los escalofríos que me recorren me inmovilizan e impiden a ratos tomar la acción en mis manos. No quiero pasar el tiempo pensando, luego, luego, que aún no es el momento. Este viaje tiene un fin exclusivo: darle una forma a mi ilusión, sea cual sea.

Y en estos momentos aparece la palabra que me identificó el pasado año: ¡Iluso!, se escucha una voz que parece la mía, pero que rebota contra la pared de mi silencio.

Ahora está ante el televisor, diría que es un momento excelente para llamarle y preguntarle si no tiene complicaciones para conversar conmigo un momento. Sin embargo, el miedo vuelve a paralizarme, necesito fuerza, mucha fuerza. Miro hacia su mesa, pero sus ojos (que antes se encontraban siempre con los míos) están fijos en el televisor.

Como el nombre de una de las obras de teatro que aparece en el volante que me dieron (“fans-tasmas”), sin quererlo yo, aparecen viejos fantasmas y sentimientos que creía superados. Ya ni siquiera me persiguen las ideas sobre mi imagen y lo que los demás puedan ver, sólo me invade un temor absurdo.

Mientras bosteza frente al televisor y luego ríe junto a sus compañeros de trabajo, yo sigo empantanado en ideas que me tienen sentado en la barra sin tomar decisión alguna.

Llevo dos hojas escritas y aún no tomo en mis manos la fuerza para hablarle. Ahora, la situación se ha vuelto difícil, porque está conversando con sus compañeros, mientras yo escucho “Shiva Manas Puja” de Ravi Shankar, tratando de canalizar mis energías y mantenerme calmado.

En estos momentos me haría bien un abrazo fuerte de quienes han estado conmigo durante este tiempo, para decirme que todo irá bien, que no hay nada que perder, que lo importante es la experiencia que ganaré, porque a pesar de las apariencias, estas increíbles personas saben muy bien con la facilidad que me desmorono. Sin embargo, y recordando sus palabras, he de tener en cuenta que también me levanto de las caídas.

Definitivamente, creo que estoy perdiendo cada vez más mis posibilidades, cuando otro joven se instala a conversarle en la barra en entretenido diálogo. Quizás sólo debería pedir la cuenta, levantarme y salir con la idea fija de que nada pasó durante estos magníficos días. Quizás parezca cobarde y, en cierto modo lo es, pero es que las señales que creí ver en los días previos hoy no se han presentado.

Me siento como un traidor, las dulces sensaciones de la tarde se han marchado por el momento y siento que no he sido lo valiente que todos esperaban, que he traicionado a mis propias emociones. Y pasan y pasan los minutos dolorosamente en el reloj, mostrándome los valiosos momentos que dejé ir.

En uno de esos momentos, mientras pasaba por el lado me preguntó si necesitaba algo más, muy nerviosamente le dije que por el momentos estaba bien, a lo que me respondió ¿seguro? Lo estoy vigilando, jajajaja….aún me causa risa y ternura esta situación, es lo que más rescato de toda la noche.

Al final le dije que se sentara conmigo y lo hizo, conversamos a momentos por lo obvio de su trabajo y fue grato. Sin embargo, también significó el fin de mis ilusiones, lo que básicamente me dejó en un estado que aún no puedo denominar. No estoy triste, tampoco devastado, desolado o cualquier bendito sinónimo de la RAE no sé, es como si estuviera muy conciente de todo, pero mi mente se negara a aceptar la idea (sería exagerado decir que estoy en shock, pero quizás lo es jajaja).

Ahora, no hice todo cuanto pensaba hacer y decir, pero siento que fue prudente, las circunstancias así lo permitieron. Ahora, mientras viajaba y analizaba las cosas, tomé la decisión de hacer un último gesto, pero eso me lo reservaré, no porque no quiera contarles, sino porque es un pacto conmigo mismo, con mis emociones.

Mientras escribo estas líneas en una terminal donde nunca había estado, pienso en todas las veces en que nos ilusionaremos y caeremos, en todas las veces que nos dejemos llevar por las sensaciones y los resultados no serán los deseados, pero por sobre todo, pienso en lo increíble que es sonreír a pesar de todo.

P.D. Te dedico esta columna porque por ti nació.

1 comentario:

  1. cualquier cosa estoy en msn siolo debes habalr =)
    me gusto, me hizo sentir un poco identificado a otras cosas mias =)

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