domingo, 12 de julio de 2009

Rabittsh...




Recordando ciertos hitos para la cultura sexual de nuestra querida ciudad, vino a mi memoria el ya extinto sex shop que alguna vez hubo en una de las tantas galerías de esta urbe.
Para aquellos años (creo que fue por el 2006), produjo ciertas incomodidades en algunas personas que se declaran abiertamente conservadoras -notoriamente hay una clara diferencia entre ser conservador y ser cartucho- porque al diablo con las discusiones semánticas, somos una reverenda sociedad cartucha.
Diariamente hablamos que hemos avanzado en ser una comunidad más pluralista, abierta, tolerante (eufemismos que encubren pútridamente los cartuchismos de siempre). Sin embargo, basta con que aparezca un beso entre dos hombres en televisión para que toda aquella carga cultural reaparezca con todas sus fuerzas. Y no es sólo que repudien el hecho, sino que muchos no pueden esconder el morbo que surge dentro de ellos y, sin darse cuenta, sale de sus poros y se apodera de sus rostros: una escena digna de un estudio freudiano.
Retomando la idea original, era muy interesante darse una vuelta por aquel sex shop para observar las conductas de nuestros queridos citadinos. La estratégica ubicación – voluntaria o no – obligaba a los intrigados vitrineantes a tener que ir directamente al local si querían enterarse de las novedades.
Así, muy pocos eran los que se atrevían a posar sus ojos en la vitrina por mucho tiempo, quizás por vergüenza o por las miradas represivas de otras personas que circulaban a diario por la galería. La situación es que, a final de cuentas, más allá de las miradas el negocio no tuvo la respuesta que pudo esperarse. Se enfrentaban a una comunidad aún muy “conservadora”, lejana de aquellas “pervertidas” y “cochinas” o “sucias” costumbres de otras ciudades donde ese tipo de “juguetitos” se han popularizado.
Es me imaginarse entonces, lo que aún nos falta avanzar en términos de entender las diferencias y aceptarlas como parte de un mundo diverso. No pasa por crear leyes que defiendan las diferencias (aunque se agradece el apoyo), sino que pasa por dejar de lado los prejuicios, entendiendo que las únicas trabas las ponemos nosotros mismo con nuestras decisiones ante las personas.
Los conceptos tradicionales de “normal”, “correcto” o “decente” dejan entrever una serie de apreciaciones discriminatorias que tienen una carga histórico-cultural enorme.
¿Desde qué prisma tenemos el derecho de calificar las formas de vida de otras personas? ¿Podemos decir entonces que todos aquellos que no se ajustan a nuestros principios son anormales?
Resulta claro y evidente que para efectos prácticos todos tenemos conductas que nos diferencian de otros; desde pequeñas manías hasta las más grandes excentricidades. Sin embargo, tenemos la costumbre de llamarnos normales.
Es cierto que tampoco se trata de dejar rienda suelta a todo tipo de conductas, en función de que hay una serie de comportamientos que atentan directamente al bienestar de otros seres humanos. Sin embargo, la diferencia radica en que, sus conductas no radican en patrones culturales sino más bien en desórdenes neurológicos, biológicos o psicológicos. De ahí la idea de la no generalización.
Avanzar en términos de igualdad de condiciones, respeto a la diferencia y la posibilidad de realizar una vida saludable los términos emocional y relacional, se traduce en la posibilidad de un cambio cultural, que debe partir desde el esfuerzo de todos, desde quienes se ven y sienten diferentes por una condición sexual, no opción sexual, hasta quienes se sienten sumamente parte de la sociedad actual.
Debemos hacernos cargo de la mucha responsabilidad que tenemos, porque hemos sido criados y educados bajo los mismos patrones culturales que los demás y, de este modo, sería ingenuo pensar, que estamos ajenos a su influencia.
Mark Twain dijo alguna vez: “Nadie se desembaraza de un hábito tirándolo de una vez por la ventana, hay que hacerlo por la escalera, peldaño a peldaño”.


Es de esperar que, la escalera no sea muy larga y, que además, no sea mecánica; el esfuerzo debe ser nuestro.

1 comentario:

  1. qué pasó con la otra imagen, era acaso muy explicita.... o que onda??

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